lunes, 19 de enero de 2015
BIENVENIDOS AMIG@S TOD@S
PILDORITAS DE MOTIVACIÓN
Sobre Actitud Y Motivación
Durante gran
parte de mi vida le he sacado provecho al aprendizaje adquirido en mis años
escolares juveniles, donde se supone leamos más de un libro a la vez. En esta
ocasión, aunque no es el único libro que estoy leyendo, quiero hablarles de “MÁS
ALLÁ DE LA CUMBRE” de Zig Ziglar. Me lo regalé de navidad y comencé a leerlo (o
más bien a estudiarlo) como obsequio de año nuevo. Pensé que “ir más allá de la
cumbre” ciertamente es un presente que yo me merezco; por eso lo elegí entre
varios libros que hacen turno para ser leídos. Está espectacular y sencillo, te
lo recomiendo.
Uno de los capítulos del libro
habla de que la motivación es la clave. Al inicio parecía normal, es decir un
capítulo más, sin embargo me movió al compartir gracias a una vivencia que él
narró le ocurriera en el 1984, junto a su hijo en el aeropuerto de Phoenix. Él contó
que, aunque la noche antes de su viaje el tiempo estuvo excelente ese día
cuando, salieron para el aeropuerto, estaba granizando terriblemente, el
tráfico estaba pesado y al llegar se encontraron con más de 11 mil personas
atascadas y de mal humor por los retrasos de los vuelos. Imagíneselo;
impresionante ¿verdad? Al menos eso creo. Él contó aún que cuando llegó a
registrarse para recibir su pase de abordaje encontró cerca de mil personas en
ese lugar, pero permitámosle al mismo Ziglar narrarnos su experiencia. A continuación
la transcribo tal cual está en la página 84 de la edición en español de Grupos
Nelson impresa en los Estados Unidos en 2010:
̶“Caminamos
hacia la puerta donde tendríamos que abordar nuestro avión para Dallas y nos
encontramos con (más o menos) 1,121 pasajeros airados que esperaban la
autorización para abordar. Todos, o al menos así parecía, se veían más que
molestos y mayormente con el funcionario de la puerta. Lo culpaban por el
estado del tiempo, la demora, las fallas de la computadora e incluso por el
estado de la economía del país. Cada uno descargaba en él sus quejas y su
rabia. Al ponernos en la línea noté que cada vez que el empleado, rubio y de piel
blanca, atendía a las personas, el rojo de su cuello iba subiendo
progresivamente hasta su cara. Cuando nos tocó el turno, parecía un pelirrojo ardiendo.
Miraba como si lo estuviera matando o como si le hubiéramos comido sus
caramelos u otra tragedia similar le hubiera caído encima.
Cuando mi hijo
y yo nos detuvimos para que nos entregara nuestra tarjeta de abordar, lo saludé
con entusiasmo, como generalmente lo hago, con las palabras:
̶Buenos días. ¿Cómo
le va?
El joven me
miró y, con una buena dosis de sarcasmo, replicó:
̶ ¿Comparado
con quién?
̶Comparado con
aquellas personas que no tienen trabajo, que no tienen un traje elegante, ni
ropa gruesa que ponerse, ni un edificio confortable donde trabajar; comparado
con aquellas personas que no tienen un futuro que puedan decir que es de ellos.
Y, especialmente, comparado con aquellos que viven en países donde no hay
libertad de expresión, de viajar o de adorar. ¿Cómo le va?
¡Cómo puede
cambiar un ser humano! El suyo fue un cambio completo, total e instantáneo. Sonrió
tan ampliamente como que se hubiera comido una banana atravesada.”
¿Por qué quería yo narrarte este
capítulo? Porque quería compartir cómo nuestro estado de ánimo puede afectar a
otros. Nuestra actitud y nuestra motivación pueden mejorar o empeorar la vida,
tanto la propia como la ajena. Meditemos un poco en la experiencia de Zig y de
su hijo, pongámonos en sus zapatos. ¿Qué o cómo hubiéramos reaccionado si esa
hubiera sido nuestra experiencia y no la de ellos? ¿Hubiéramos sido el agente
de cambio en el que se convirtió Ziglar o seríamos los aborrecidos? ¿Tendríamos
una palabra de aliento y una sonrisa para el “camarón” del mostrador que nos
atiende, o lo atacaríamos fuertemente?
No me ufano de aceptar que muchas
veces he sido como los 1,121 ciudadanos gritones que pasaron antes que Zig a
buscar sus pases de abordaje, pero me felicito y encanta saber que he superado
esa forma de ser, que estoy trabajando cada día más en ser mejor persona y que
el sólo hecho de poderme convertir en un agente de cambio positivo me inspira y
me mueve día tras día. Soy normal como todos los demás, sin embargo me encanta
la idea de ir “Más Allá de la Cumbre”. Me gusta pensar que puedo ayudar cada
día más, aún si requiere mi total esfuerzo. Llevar una alegría, un motivo, una
palabra incluso que de esperanza y fe hace que me levante más optimista cada
vez. Hace que no me fije en los desafíos sino en las metas. Hace de mí una
persona mejor. Por eso quiero darle las gracias todas y cada una de las
personas que me permiten tener una mejor actitud cada vez y ser un agente motivador.
La motivación más grande que encuentro cada mañana al despertarme en SERVIR; sí,
servir con mayúsculas… servirte con mayúsculas es mi mayor motivo incluso para
ser mejor. ¡GRACIAS POR DEJARME SERVIR!
©2015Madeleine E Belliard
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